Los héroes anónimos de la pandemia

Personas extraordinarias que están haciendo lo imposible para servir a sus comunidades

UNICEF
Enfermera de Uganda
UNICEF/UN0563598/Abdul
09 Marzo 2022

Para algunos es el sentido del deber. Para otros es una obligación. Pero también hay quienes lo consideran una necesidad.

Hace dos años, la Organización Mundial de la Salud declaró el brote de coronavirus una pandemia mundial. En ese momento, nadie sabía con exactitud lo que estaba por venir. Sin embargo, en el transcurso de los 24 meses siguientes, mujeres y hombres extraordinarios de todas las partes del mundo han estado a la altura de las circunstancias trabajando de manera altruista para sus comunidades.

Sus nombres no son necesariamente reconocibles, pero, sin lugar a duda, las acciones de estos héroes y heroínas han convertido nuestro mundo en un lugar mejor y más seguro. Nos gustaría presentarles a algunas de estas maravillosas personas.

Una enfermera ugandesa utiliza un megáfono para animar a su comunidad a vacunarse

Cuando era niña, Judith Candiru admiraba los trajes blancos que llevaban las enfermeras. Para ella, eran un símbolo de los cuidados que prestaban. Ahora ella también es enfermera y le enorgullece ponerse su elegante uniforme, que completa con un cinturón amarillo.

Una enfermera de Uganda habla con la comunidad
UNICEF/UN0563602/Abdul

Candiru ha vivido la COVID-19 en primera persona. Se infectó con el virus y recuerda el estigma que ella y su familia tuvieron que soportar.

“Fue el momento más triste de mi trayectoria profesional. Mi familia y yo nos sentimos rechazados por nuestra comunidad”.

Sin embargo, eso no la detuvo. Se recuperó y volvió a trabajar. Candiru atiende con entusiasmo a la población del distrito de Yumbe, en el norte de Uganda, que se extiende por la frontera con Sudán del Sur.

Enfermera de Uganda viaja en moto a visitar a la comunidad
UNICEF/UN0563592/Abdul

Por la mañana va al pabellón de maternidad, donde atiende a los bebés prematuros. Gracias a la formación facilitada por UNICEF, está capacitada para atender a los bebés enfermos y ayudarlos a salir adelante.

No obstante, esto solo ocupa una parte de su jornada. Desde que empezó la pandemia, cuando termina las consultas y las rondas de visitas en el pabellón se dirige a la comunidad local en motocicleta o a pie.

Provista de un megáfono, Candiru ha estado difundiendo el mensaje de que las vacunas contra la COVID-19 son seguras e importantes. Y su mensaje ha calado. Los miembros de la comunidad confían en ella, tal como se puede comprobar cuando, uno por uno, se van sentando en un banco para que Candiru les ponga la vacuna.

Subir montañas y atravesar desfiladeros en Nepal con las vacunas a cuestas

Birma Kunwar lleva años subiendo montañas por caminos serpenteantes y cruzando pasarelas colgantes. Con una caja de vacunas a cuestas, asciende por senderos empinados en el remoto extremo oeste de Nepal.

Antes de la pandemia de COVID-19, Kunwar ya se dedicaba a recoger vacunas que salvaban vidas en la ciudad de Khalanga, sede del distrito de Darchula. Esas dosis se usaban principalmente para la vacunación sistemática de los niños y niñas que vivían en los pueblos de las laderas que ella sube.

La pandemia le planteó un nuevo obstáculo y una nueva oportunidad: “Estoy haciendo la misma ruta, pero ahora llevo otras vacunas”, dice.

Una trabajadora de la salud lleva las vacunas contra la COVID-19 a comunidades remotas en las montañas en Nepal
UNICEF/UN0498830/Ngakhusi

Esta vez, su destino es un puesto de salud en la aldea de Duhun. En algunas épocas del año, solo se puede llegar hasta allí a pie.

“Las carreteras son poco fiables durante muchos meses del año, sobre todo durante el monzón”, señala Kunwar, mientras explica los peligros de los deslizamientos de tierra. “Es un trayecto peligroso”.

Después de caminar durante horas, una trabajadora de la salud administra vacunas a familias en el puesto de salud de Pipalchauri en el lejano oeste de Nepal.
UNICEF/UN0498918

Por esta razón, con el peso de la salud de una comunidad entera a la espalda, suele hacer todo el camino a pie. Tarda entre tres y cuatro horas. Para Kunwar, el viaje merece mucho la pena. Llevar vacunas esenciales a estas comunidades no solo es un trabajo para ella: también es un deber.

“La gente espera ansiosa las vacunas; me preguntan constantemente cuándo llegarán, cuándo podrán ponérselas, cuándo será su turno. Todo el tiempo”.

La invención de un innovador adolescente está logrando que lavarse las manos sea más seguro

Emmanuel Cosmos Msoka es innovador y activista. No es coincidencia que este joven de 18 años procedente de Tanzanía haya inventado un importante instrumento de higiene durante la pandemia cuya característica principal es el agua.

“Nací a los pies del pico más alto de África: el Kilimanjaro”, explica. “El único lugar de mi país donde el agua se convierte en nieve y en hielo”.

Emmanuel Cosmas Msoka, de 18 años, innovador y activista en Tanzania, posa para una foto.
UNICEF Tanzania

Emmanuel creció con el deseo de cambiar la forma en que se suelen hacer las cosas y ayudar a solucionar problemas sociales. Y lo consiguió. Cuando la COVID-19 llegó a Tanzanía y su comunidad se esforzaba para combatir la enfermedad, él dio un paso adelante.

Su idea: un aparato para lavarse las manos que funciona con pedales, de forma que reduce la probabilidad de propagar el virus. Desde que desarrolló la tecnología, ha podido distribuir más de 400 estaciones de lavado de manos por el norte de Tanzanía.

Por su labor, Emmanuel fue nombrado Joven Defensor de UNICEF y nominado al Premio Internacional de la Paz Infantil, que se concede cada año a un niño o una niña que haya contribuido de manera significativa a la defensa de los derechos de la infancia.

Compaginar el cuidado de sus hermanas y los estudios después de una pérdida

Keysha tiene 14 años, pero su sabiduría y su consideración no son propias de su edad, ya que ha tenido que crecer muy rápido. Su madre, que trabajaba en un restaurante, perdió la vida a causa de la COVID-19.

“Cuando el restaurante volvió a abrir, nuestra madre trabajaba 12 horas al día”, asegura Keysha. “Su sistema inmunitario estaba debilitado; es posible que por eso se infectara con la COVID”.

Keysha, de 14 años, acompañada de sus dos hermanas menores, Afiqa y Khansa
UNICEF/UN0566518/Ose

Keysha ha asumido más responsabilidad al tener que atender a sus dos hermanas pequeñas. Además, tiene que cuidar a su hermana Afiqa, de siete años, a quien la pérdida afectó especialmente. Después de la escuela, Afiqa se mete en su habitación y pasa horas viendo vídeos familiares en los que se oye la voz de su madre.

Además de su papel de cuidadora, Keysha es consciente de las dificultades económicas de su padre, que ahora es el único sostén de la familia. Es asistente de aparcamiento en el restaurante en el que trabajaba su esposa. Con el fin de ayudarlo, Keysha está pensando matricularse en una escuela de formación profesional que le permitirá conseguir un trabajo más rápido y ayudar a su padre.

“Puedo hacer cualquier cosa: a lo mejor un día incluso voy a la universidad”.

14-year-old Keysha works on a school assignment at her home in Sragen in Indonesia.
UNICEF/UN0566507/Ose

Keysha y sus hermanas están entre las decenas de miles de niños y niñas que han perdido a un progenitor o cuidador a causa de la COVID-19 en Indonesia. Reciben ayuda del programa de salud mental y apoyo psicosocial de UNICEF, que cuenta con el respaldo de los gobiernos locales.